Los 5 lugares más impresionantes del mundo; por Sebas Álvaro: El Gran Mar de Arena
¿Quieres conocer el Gran Mar de Arena; uno de los 5 lugares más impresionantes del mundo de la mano del aventurero Sebas Álvaro? cada martes hasta marzo te lo contamos en el blog de Xperience Palma.
Sebastián Álvaro (visita su web) nos desvelará uno de los lugares más impresionantes del mundo; qué le impulsó a visitar ese insólito lugar y qué anécdotas sucedieron durante su estancia. No te pierdas ni una sola palabra; tal vez el K2 o cañón del Yarlung Tsangpó sean tus próximos destinos; quién sabe…
3.El Gran Mar de Arena; “un desierto capaz de tragarse un ejército entero”

Situación: al límite septentrional del Sáhara.
Superficie: 72 000 kilómetros cuadrados.
Descripción: Considerado el tercer campo de dunas más grande del mundo.
En diciembre de 2004 decidí llevar a cabo una expedición a un desierto capaz de tragarse un ejército entero. No me arrepiento de haberlo hecho porque aquel espacio desértico me sigue pareciendo uno de los lugares que más emociones me han provocado. Según cuenta el historiador Herodoto; en el año 520 a.C.; un ejército persa de 50.000 hombres fue enviado por el rey Cambises con la intención de destruir el templo de Siwa. Pero antes de llegar; según cuenta el historiador griego; “…brotó una borrasca de viento de mediodía que; levantando las montañas de arena; les dejó debajo; enterrados; y así desaparecieron todos.”

Este desierto fue el elegido para realizar con 4 amigos; 20 dromedarios y 7 beduinos; una travesía a pie sin retorno por el desierto más desconocido del planeta. Un desierto dentro de un desierto: el Gran Mar de Arena (dónde esta). Probablemente esta travesía; junto a la del Taklamakán; sean las dos caminatas más bellas que he realizado. Pero no fue fácil planificar la logística. Durante tres años estuve estudiando el itinerario; que era el mismo seguido por el explorador alemán Gerhard Rohlfs; el único que en 1874 había logrado recorrerlo. Desde entonces habían pasado 130 años y nadie había vuelto a realizar esta travesía.
Al calor de una hoguera en los alrededores del oasis de Siwa tuve esa excitación que precede a momentos de incertidumbre. Quizás fuera el que poco antes había estado paseando por las ruinas del antiguo Oráculo más famoso de la antigüedad. Allí mismo Alejandro había ido buscando confirmar que sería el dueño de Asia. No lo sé; hay viajes especiales que nos cambian la vida. Me ha ocurrido otras veces; al pie del K2; descendiendo de noche del monte Wandell o en confines perdidos como Georgias del Sur o el Polo Norte. Íbamos a abandonar el último reducto de vida vegetal a las puertas de uno de los desiertos más extremos del mundo. Theodore Monod; el gran conocedor del Sahara; dijo que había que entrar en el desierto con la solemnidad con la que se entra en un templo. En unas horas nos pondríamos en marcha y ya no habría vuelta atrás. Generalmente; incluso en momentos así; suelo dormir de un tirón. Pero aquella noche estaba tan conmovido que apenas pude pegar ojo. Estaba deseando comenzar a caminar; pero estaba preocupado quizás por la idea de entrar en un espacio tan solemne como pocos. Quizás fuese pura emoción.

Después de varias horas de insomnio; al amanecer; comenzamos a adentrarnos en un espacio salvaje; de aridez extrema y ausencia de límites. Ese espacio sería nuestro hogar los siguientes dos meses. Todos realizamos el trayecto caminando; pues sólo llevamos el número de camellos imprescindibles para la carga. Muy pronto nos acostumbramos a la rutina diaria. Caminamos cada uno a nuestro ritmo y hay veces que perdemos de vista a la caravana. En pocos lugares me he sentido tan feliz caminando sólo; ese tipo de felicidad que recordamos de la infancia; cuando creemos que el mundo es un lugar seguro y estamos a salvo de maldades y peligros. Es una soledad distinta a la que a veces sentimos en las grandes ciudades. Una soledad absoluta. Cadenas de dunas; como pequeñas cordilleras de montañas; se extienden a nuestro alrededor. Pero disfrutar el desierto nos exige mucho esfuerzo; los primeros días caemos rendidos; sin apenas cenar. Al levantarnos tenemos agujetas hasta en las pestañas. Es la transición obligatoria antes de convertirnos en animales diseñados exclusivamente para sufrir y caminar. Al atardecer me siento aplastado bajo esta soledad buscada; mientras las colinas arenosas se vuelven de un luminoso rojo anaranjado con las últimas luces del día. Por fin; podemos dejar de caminar. En ese momento los cambios de temperatura son tan intensos como rápidos. Es la fiesta de los colores en el desierto; cuando se inunda de púrpuras; dorados; rojizos y rosados hasta que el negro de la noche abraza este océano mineral. Es el momento de abrigarse y meterse en la tienda a descansar. Así día tras día; durante 800 kilómetros.

Adaptarse y comprender un desierto tan inhóspito requiere tiempo; paciencia y tenacidad; se aprende poco a poco. En el Taklamakán aprendí; por primera vez; a amar la vida sencilla y dura de los desiertos. En el Gran Mar de Arena fui feliz. Son recuerdos que siempre me van a acompañar.
En el próximo post sobre “Los 5 lugares más impresionantes del mundo; por Sebastián Álvaro” el aventurero nos desvela ‘La zona donde el continente americano muere’ ¿cuál será? El próximo martes 7 de marzo; lo podrás averiguar en nuestro blog Xperience Palma.
Y si los nervios no te dejan dormir; visita la exposición de fotografía “El mundo en el fin del mundo”; 38 fotos realizadas por Sebas durante más de 30 años de expediciones y viajes. Hasta el 24 de marzo en Camí dels Reis 105; Son Rapinya.
Si te perdiste el primer y segundo post sobre ‘Los 5 lugares más impresionantes del mundo’; puedes leerlos aquí.