Hay lugares que forman parte del imaginario colectivo aunque pocos sean los afortunados que han estado allí. Es el caso de Mauricio… que muchos asociamos con el paraíso en la tierra sin haber puesto los pies sobre sus playas de arena blanca. Por eso nos tomamos la licencia de mandaros una postal desde allí, salpicando con sus colores una historia que aún tenemos que vivir. Uno de nuestros grandes anhelos viajeros.
Los que sí tenemos claro son los colores que darán forma a nuestro diario ilustrado de viaje. Su bandera, formada por cuatro franjas -que parecen brochazos sobre la tela-, no deja lugar a la duda: el verde de la exuberante vegetación; el amarillo del sol que baña sus islas; el azul del océano Índico; y unas manchas de rojo, que recuerdan a los locales la sangre derramada en la lucha por la independencia (lograda en 1968).
Cuando hablamos de un ‘paisaje de postal’ nos referimos a esto: el turquesa del agua fundiéndose con la arena y un verde intenso abriéndose paso de forma salvaje a pocos metros. Un skyline de fantasía, donde los árboles sustituyen a los rascacielos y las aceras se recorren descalzo. Un catamarán en primer plano pone a nuestra imaginación rumbo a un viaje irrepetible. ¿Os animáis a conocer un poco más de este lugar?
UNA HISTORIA DE MARINEROS
La historia de Mauricio es la de los exploradores, la de los mapas trazados a pluma sobre un viejo papel y las conquistas navales. Los navegantes árabes y malayos fueron los primeros en dar con las coordenadas de Isla Mauricio -que conocían como ‘Isla de la Plata’- en el suroeste del océano Índico, a unos 900 kilómetros de Madagascar y a 3800 kilómetros del cabo Comorin, en el extremo sur de la India.
Pero no fue hasta 1505 cuando llegaron los marineros portugueses y la isla apareció en el radar de los grandes imperios del viejo continente. Sus montañas de fuego ya ejercían de faros naturales y un siglo después llegarían los holandeses con la intención de asentarse en las islas, que bautizarían como Mauricio, en honor al príncipe Mauricio de Nassau.
Los animales que los barcos holandeses transportaban en sus bodegas, como ciervos o jabalíes, nutrieron el ecosistema de la isla. Sin embargo, los fenómenos climáticos que afectaban a esta zona -con los ciclones como grandes protagonistas- provocaron el deterioro del suelo fértil y, en consecuencia, el abandono de las islas.
Pasaron otros cien años hasta que los franceses pisaron sus arenales coralinos y convirtieron la isla en una gran plantación de caña de azúcar (que aún hoy es el principal motor del país junto al turismo, representando un 85 por ciento del total de suelo cultivado). De este recurso natural y el sudor de los esclavos surgió el gran elixir de Mauricio: su ron.
La armada gala, comandada por el comodoro Guy-Víctor Duperré, defendió este reducto del imperio ante los intentos de invasión, pero los ingleses lograron desembarcar en ‘Cap Malheureux’, el cabo de la Desgracia, para hacerse con el control de Mauricio en 1810. Allí se alza una iglesia católica de tejado rojo, que se ha convertido en uno de los emblemas del país.
Los colonizadores británicos anexionaron Mauricio a su vasto territorio y trajeron a hindúes como mano de obra barata para seguir trabajando la tierra. Durante más de un siglo controlaron esta zona, que hoy es un crisol de culturas que conviven en poco más de 2.000 metros cuadrados, con diferentes etnias que conservan sus costumbres, lengua y religión.
MUCHO MÁS QUE UNA LUNA DE MIEL
Mucha gente asocia estas paradisiacas islas con un destino exclusivo para celebraciones de bodas y lunas de miel, donde todo gira en torno a las playas y los hoteles de lujo. Sin embargo, Mauricio también enamora por sus jardines tropicales, volcanes o cascadas… sin necesidad de que haya un anillo de por medio.
Su joya es la montaña Le Morne Brabant, declarada Patrimonio Cultural de la Unesco en 2008 y situada en la península del mismo nombre. Esta roca basáltica se eleva unos 500 metros sobre un océano de aguas turquesas rodeado de una barrera de arrecifes. Esta montaña, a la que se llega por la carretera que bordea el extremo sur de la isla, sirvió de refugio para los esclavos huidos durante las épocas coloniales.
En este tour hay que incluir la cascada de Chamarel, de 80 metros de altura, y las ‘Tierras Coloreadas’, unas dunas que dependiendo de cómo incida el sol sobre ellas reflejan hasta una decena de colores diferentes. Otro de los puntos fuertes de Mauricio es el Grand Bassin, un lago situado en el cráter de un volcán extinto y que se ha convertido en lugar sagrado para los hindúes, con dos enormes estatuas del dios Shiva y a su esposa, la diosa Durga Maa Bhavani, custodiándolo.
Evidentemente, las playas son otra parada obligada. Entre ellas destacan la bahía de Tamarin, donde desembocan las aguas del río Rempart, y la playa de Flic en Flac, en la costa oeste, ideal para relajarse, disfrutar de la puesta de sol desde la arena y practicar deportes acuáticos. Un momento de relax para volver a sacar las acuarelas y llevar al cuaderno los colores de las islas Mauricio mientras disfrutas de una bebida fresquita.
Por último, merece la pena apuntarse a una de las excursiones organizadas para nadar junto a los delfines en medio del océano y aprovechar para visitar la ‘roca del diamante’ (isla de Benitiers), un diminuto islote que por la forma de su base parece flotar en medio del mar. Todo antes de volver a la capital del país, Port Louis, para comprar unos recuerdos de última hora… ¡No olvidéis mandar vuestras postales desde allí!
Si quieres disfrutar de este destino paradisíaco pide información en cualquiera de las tiendas de B the travel brand o llama al 913 277 760
Comments:
2 thoughts on “Postal desde Mauricio: soñando con un paraíso salpicado de colores”
¡Qué pasada!
He estado a punto de escoger este destino como luna de miel pero al final me quedo con las ganas. Por cierto, me ha parecido súper intersante la historia de la isla, cómo ha pasado por tantas manos hasta convertirse en lo que es hoy.
Gracias Reveca! La verdad es que es un destino muy a tener en cuenta… Esperamos que pronto puedas conocerlo de primera mano y nos cuentes la experiencia. Un saludo!