Hoi An no se entiende sin sus paredes amarillas llenas de texturas. El pincel se humedece en la pastilla de ‘Indian gold’ y se aplica la acuarela sobre el cuaderno para dibujar las calles de la ciudad con más encanto de Vietnam. Cuando el papel todavía está húmedo se añaden unas gotas de color sepia, que se extienden como por arte de magia imitando el efecto que provoca la humedad sobre la pared. El cielo es de un tono gris ‘de Payne’, que contrasta con las pinceladas del ‘Venetian red’ de los característicos farolillos de Hoi An. Los toques verdes de las plantas que decoran los balcones de este pequeño pueblo acaban por crear a un escenario de cuento.
Hoi An siempre ha sido un lugar de tránsito del que muchos se han enamorado. Una parada en el camino que justifica todo un viaje. Pasó de contar con uno de los mayores puertos de Asia en el siglo I y ser un importante centro del comercio internacional en los siglos XVI y XVII, a convertirse en una parada obligada para los miles de turistas que cada año viajan entre el norte de Vietnam, con su increíble bahía de Halong o la frondosa Sapa, y la cosmopolita Ho Chi Minh (antigua Saigon), al sur del país.
Esta mezcla de culturas que se han encontrado con el paso de los siglos en la mágica Hoi An, a orillas del río Thu Bon, la han convertido en lo que hoy es. La herencia colonial y la influencia de los pueblos de Asia hacen que una visita a este lugar sea un auténtico viaje en el tiempo. Resulta evidente en la arquitectura, pero también en su gastronomía que, salpicada de cientos de sabores y matices, es otro de sus principales reclamos.
Un buen tour gastronómico por Hoi An como expertos viajeros tiene que empezar junto a su famoso puente japonés, antes de que lleguen todos los grupos organizados de turistas, para después disfrutar de un Ice coffee que elaboran al modo tradicional en Hoi An Roastery. Un dedo de leche condensada en un vaso sobre el que se va filtrando gota a gota el café. Tras mezclar el contenido y obtener el tono marrón característico se añade hielo y se disfruta al gusto: en pocos tragos o dejando que se suavice, alargando la experiencia.
LA HORA DE LA COMIDA
A partir de ahí Hoi An te pide perderse entre sus estrechas calles, lo que se puede acompañar de alguna visita a las casas tradicionales que abundan en el centro histórico de este pequeño pueblo pesquero. A la hora del aperitivo paramos en el restaurante mochilero Cafe 43 para probar sus fried wontons (45.000 dongs, menos de 2 euros), una especie de nachos crujientes hechos de arroz frito y rellenos de cerdo, con una guarnición de verdura, piña y una salsa que aporta un toque picante a una comida súper sabrosa.
Como plato principal optaríamos por el Cao Lau, los ‘noodles’ típicos de Hoi An, con una textura más más gomosa de lo habitual y sin mucho caldo. Se encuentran en cualquier restaurante por unos 35.000 dongs (1,3 euros) y se acompaña de unas láminas de cerdo. El camarero lo sirve junto a un plato con lechuga, hojas de menta y hierbabuena para añadir al gusto.
Para acabar de reponer fuerzas nos acercamos a Miss Ly, el mejor sitio para probar las White Roses (60.000 dongs, poco más de 2 euros), una especie de ‘dumplings’ de gamba con ajo frito por encima, que se preparan en este restaurante sobre una salsa de cítricos que le da un toque único. Vietnam es un lugar increíble para probar nuevos sabores y, como podéis ver, Hoi An cumple las expectativas con creces.
¡CERVEZAS A 10 CÉNTIMOS!
Con el estómago lleno es momento de dar una vuelta en bote por el Thu Bon, pasear al caer la tarde por la orilla del río y hacer un alto en el camino en alguno de sus animados bares para refrescarse con una de las cervezas más baratas del mundo (sin duda, otro de los puntos fuertes de Vietnam). La ‘Bia Hoy’, cerveza local de barril, lo que vendría a ser la caña que se sirve en España pero en una cantidad más generosa, cuesta… ¡3.000 dongs! 10 céntimos de euro al cambio. Un peligro.
Para acabar el día, quienes consigan salir del bar deberían acercarse al mercado local para tomar el pulso al ritmo de la ciudad. Los colores y olores de estos sitios siempre quedan marcados en la memoria del viajero, que seguro querrá cerrar el tour gastronómico por un euro más con uno de los famosos bocadillos del puesto callejero ‘Banh My Phuong’. Su especialidad, el Nº9 (carne de cerdo y paté), es una delicia, con un toque de hierbabuena que lo hace inconfundible.
En la vuelta hacia el hotel los más golosos encontrarán tentadores puestos que preparan al momento un estupendo ‘banana pancake’ por 25.000 dongs (un euro). El broche perfecto para uno de esos grandes tours gastronómicos que logran saciar nuestro apetito viajero.
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