Indonesia es un país salvaje y eso se refleja en la intensidad de sus colores. El verde ‘oliva’ marca su vegetación, mientras que los tonos cálidos de la arena van tiñéndose de un gris ‘de payne’ cada vez más intenso según nos acercamos al cráter de los volcanes, como una cicatriz marcada a tinta sobre el papel. Un terreno salpicado por pronunciados relieves, en pleno Cinturón de Fuego del Pacífico, que van marcando el ritmo del pincel.
La humedad del terreno se pega al cuaderno y el papel tarda en secarse. Gracias a este clima, los colores se mezclan entre sí fácilmente, creando texturas únicas. En el monte Bromo se funden verdes y ocres, mientras que en el volcán Ijen destaca el ‘indian gold’ de los gases de azufre que emanan de las rocas y el turquesa del lago, que ocupa todo el cráter.
La isla de Java, eclipsada muchas veces por los atractivos de su vecina Bali, es el lugar perfecto para hacer la ruta de los volcanes, partiendo de la maravillosa ciudad de Yogyakarta hasta el salvaje Ijen. En ‘Jogja’, como la conocen los locales, disfrutamos de los impresionantes templos de Borobudur y Prambanan (que nos trasladaron por momentos a las ruinas de Angkor Wat, en Camboya), así como de su activa cultura urbana.
Como aperitivo a la visita a los volcanes disfrutamos en un puesto callejero, situado cerca de la estación de tren, del café más raro que hemos probado en nuestra vida: el ‘Kopi Joss’. Allí echan un carbón hirviendo a la bebida, lo que le proporciona -según nos explican- propiedades ‘detox’. En un punto caliente de temblores y erupciones como es Indonesia no podía faltar una experiencia tan extrema.
AMANECER EN EL MONTE BROMO
La siguiente parada de este tour es el monte Bromo y para disfrutar de la zona en su máximo esplendor lo mejor es alojarse en el pequeño pueblo de Cemoro Lawang, en los límites del Parque Nacional Bromo Tengger Semeru. De esta manera, podremos madrugar y llegar andando hasta alguno de los miradores más espectaculares.
Para llegar desde Yogyakarta tendremos que coger un tren hasta Probolinggo y desde allí subirse a una de las furgonetas que por 60.000 rupias/persona (unos 3,5 euros) cubre el trayecto desde esta ciudad hasta Cemoro Lawang. Una vez alojados allí, lo mejor es descansar bien de la jornada de viaje y prepararse para una de las experiencias más bonitas que un turista puede vivir en Indonesia.
El amanecer con vistas al Bromo es algo único. Se tarda aproximadamente una hora en llegar desde el pueblo al ‘mirador nº2’, desde donde se contempla el monte Bromo con el Semeru al fondo. Muchos deciden seguir subiendo hasta el conocido como ‘King Kong Viewpoint’, pero por nuestra experiencia creemos que no merece la pena el esfuerzo, ya que la panorámica desde el ‘mirador nº2’ es similar y con mucha menos gente alrededor.
Una vez allí toca sentarse (bien abrigados) y disfrutar de este espectáculo de la naturaleza. Ver como la niebla se disipa poco a poco y deja paso a un sinfín de colores cuando el sol impacta por primera vez en el día sobre las laderas de cada uno de los montes, creando un precioso juego de luces y sombras a causa de su relieve.
Y desde este punto lejano empezamos el descenso a pie hacia la base de los volcanes, por un camino precioso en el que no paramos de hacer fotos… ¡parecíamos dos hobbits llevando el anillo al Monte del Destino! Así fue como llegamos hasta el Bromo y esa empinada escalera llena de turistas que nos llevaría hasta su cráter, poniendo fin a una mañana llena de emociones y color.
RUMBO AL SALVAJE IJEN
El lugar de partida para acceder al volcán Ijen es la localidad de Banyuwanyi (sí, parece el nombre de una canción de Shakira). Llegamos a esta ciudad en tren desde Probolinggo y desde allí no nos quedó más remedio que contratar un tour organizado para que nos llevasen a la 1.00 de la madrugada a la base del volcán Ijen.
Empezamos un ‘trekking’ bastante exigente a oscuras hasta la cima, desde donde se vuelve a descender –linterna y máscara mediante- hasta el cráter para ver las famosas ‘llamas azules’ fluorescentes, que desde nuestro punto de vista están sobrevaloradas.
La verdadera magia empieza al amanecer, cuando se puede apreciar con detalle las columnas de humo amarillo del azufre que surgen junto al lago de color azul turquesa situado sobre el cráter. Una explosión de color que tiene su lado oscuro: decenas de personas trabajan en esta mina de azufre cargando con enormes piedras entre los grupos de turistas. Por desgracia, ellos también se han convertido en parte del espectáculo.
Con agujetas por todo el cuerpo y la paleta de color agotándose, acabamos la ruta de los volcanes de Java. Paisajes de película que nos piden una segunda parte. Nosotros volveremos seguro… Si ya estáis pensando en comprar las zapatillas de ‘trekking’ y lanzaros a la aventura aquí podéis encontrar toda la ayuda que necesitáis.