Un paraíso enclavado en el mar Caribe. Así es la imagen que todos tenemos de Jamaica. Esta isla, que en el siglo XVII llegó a convertirse en el mayor refugio de piratas del mundo, ha cubierto de colores la bandera de la calavera y adoptado el mensaje de ‘paz y amor’ del movimiento hippie, con la banda sonora de Bob Marley de fondo y sus paradisiacas playas como escenario.
Esos barcos llenos de corsarios que hemos visto en cientos de películas, comandados por temibles piratas como Henry Morgan, han dejado paso a ferries cargados de turistas, que llegan desde todos los lugares del mundo para disfrutar del relax y empaparse de la increíble historia de Jamaica. Un destino de postal que ofrece al visitante mucho más que unas jornadas de sol y playa.
Jamaica es el verde intenso de su vegetación salvaje, la arena blanca de sus playas y las aguas cristalinas que la rodean. Los colores los ponen las velas de los pequeños barcos que fondean en sus calmadas aguas, sus manglares o las exuberantes montañas de Santa María y Golden Eye, donde el novelista británico Ian Fleming se inspiró para escribir los libros del famoso agente secreto James Bond.
UNA HISTORIA DE PIRATAS
Los arahuacos y los taínos fueron los primeros en habitar la isla, bautizándola como Jamaica, una palabra de origen indígena que significa ‘la tierra de la madera y el agua’. El destino de este lugar cambió con la llegada de Cristóbal Colón en 1494, en el marco de una expedición procedente de Cuba y La Española (lo que hoy serían República Dominicana y Haití).
Durante cerca de 150 años, Jamaica -entonces conocida como ‘Santiago’- fue posesión española, pero el siglo XVII sería el que quedaría marcado a fuego en la historia del país. En aquel momento Port Royal, una ciudad fundada en la boca del puerto de Kingston, en el sureste de la isla, se coronaba como uno de los centros comerciales más importantes del mar Caribe gracias a su posición estratégica entre el Nuevo Mundo y la vieja Europa.
Piratas de todo el mundo llegaron a esta tierra en busca de grandes tesoros, que solían estar cargados en las bodegas de los barcos españoles y franceses. Y con cada triunfo, acompañado del sonido de los cañones y el acero de los cuchillos, corrían ríos de alcohol en las tabernas de la ciudad más ‘rica, corrupta y malvada’ de la tierra.
Los piratas, la mayoría de ellos criminales y fugitivos, seguían en la isla cuando en 1655 llegó la invasión inglesa. Port Royal era un nido de corsarios y entre ellos destacaban figuras como la del galés Henry Morgan, célebre por sus saqueos en Portobelo, Maracaibo y Panamá. Tras décadas de excesos, la corona inglesa empezó a perseguir a los piratas (a los que había permitido antes campar a sus anchas) y Morgan fue arrestado y enviado a Inglaterra.
Lejos de sufrir un duro castigo, el famoso pirara fue recibido como un héroe popular, absuelto de los cargos y nombrado Sir por Carlos II, quien lo envió de vuelta a Jamaica como gobernador de la isla. Dedicó el resto de su vida a luchar contra el pillaje, poniendo el punto y final a una época que marcó para siempre la historia de esta isla.
EL SALTO A LA VIDA ‘HIPPIE’
Pasarían muchos siglos de control británico hasta que Jamaica lograse su independencia (el 6 de agosto de 1962). Como herencia, Jamaica es hoy el tercer país de habla inglesa más poblado de América, después de Estados Unidos y Canadá. Pero esta independencia dio paso a una situación convulsa, principalmente en los años 70, con una guerra civil callejera entre pandillas de pistoleros militantes de los dos grandes partidos políticos tradicionales.
El contrapunto lo ponía la música ‘reggae’, que nació entre la población de origen africano de esta isla. Bob Marley se convirtió en la gran estrella de este género musical y en el uno de los emblemas a nivel mundial del movimiento pacifista. Miles de personas llegaban a Jamaica para seguir los pasos de su ídolo, con un estilo de vida pausado, abrazando la religión rastafari y tarareando las canciones de Bob Marley entre el humo de un cigarro de marihuana.
Y siguiendo este ritmo de vida empezó a llegar el turismo, que poco a poco fue descubriendo todas las maravillas que ofrecía este increíble país. A la visita a la tumba de Bob Marley, ubicada en Nine Mile -su localidad natal-, siguieron las excursiones a las cataratas de Dunn’s River Falls en Ocho Ríos, a la isla deshabitada de Lime Cay o a las aguas fluorescentes de la Laguna Luminosa.
Por supuesto, Jamaica cuenta también con algunas de las playas más bellas del mundo, entre las que destacan Doctors Cave Beach, situada junto a un manantial, o Seven Miles, en Negril. En esta última se puede disfrutar de una gran variedad de deportes acuáticos: surf, windsuft, vela, buceo, snorkel… aunque también hay espacio en la isla para el golf, el spa o las rutas a caballo. Jamaica se ha adaptado a todo tipo de visitantes.
Y para acabar, no puede faltar en la lista la playa ‘James Bond’, que se encuentra en una pequeña península en la bahía de Oracabessa, a unos 16 kilómetros de Ocho Rios, en la costa norte de Jamaica. Un lugar idóneo para disfrutar del paisaje y contemplar las montañas de Santa María y Golden Eye. El broche de oro para este viaje. Otro destino de postal.
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